martes, abril 04, 2006

EL PITERISMO SABANERO

Por Alfonso Hamburger

Cuadro del Maestro Wilfrido Ortega Rey
Los indios Zenúes, quienes habitaron el antiguo departamento del Bolívar Grande, hoy Sabanas de Sucre, Córdoba y Bolívar, no han recibido el reconocimiento que se merecen en el ámbito nacional.

El cantante vallenato Pedro Rafael Manjarrés Romero, más conocido como “Peter Manjarres”, en cambio, acaba de hacer un reconocimiento sencillo a La Sabana, donde habitaron los Zenúes, con una frase contundente en el programa “Grandes del Vallenato”: “Gente que sabe a gente”.

Aunque desde la conquista hasta la fecha el agua se ha revuelto miles de veces y hoy somos una mezcla difusa entre el indio zenú, el blanco europeo, el negro africano y el turco-arabe, que se funde en la danza, el porro, la cumbia, el bullerengue, el chandé y la corraleja bulliciosa, La Sabana conserva una tipología racial propia.

Mientras se habla de la grandeza de los Tayrona, Los Chimila, Los Caribe, poco se dice de los Zenúes, quienes dejaron dos importantes legados de nuestra cultura nacional: El sombrero vueltiao, que por primera vez identificó una delegación colombiana, - en los pasados Olímpicos - hoy considerado embajador universal; y las chuanas ( gaitas hembra y macho) embajadoras de la cumbia en el mundo y con las que se empezó a reconocer a Colombia musicalmente. De los Zenúes se desconoce, por ejemplo, que fueron muy respetuosos de la ecología y del manejo de las aguas. No violentaban la naturaleza, sino que le sustraían por las buenas lo necesario, dentro de la abundancia pródiga de las tierras, redistribuyendo los excedentes mediante el trueque. Con su sistema de espinazo de pescado controlaron la irrigación de 500 mil hectáreas de tierra en La Mojana, que son el dolor de cabeza de la ingeniería moderna, desde 1936, cuando el Cura español José de Gabaldá abrió una boca en el río Cauca. Las inundaciones son, desde entonces, cíclicas, devastadoras e incontrolables. Su ingeniería de aguas no ha sido superada.

Algo debemos tener los sabaneros de permeables, cuando nuestra cultura musical casi fue borrada por otras expresiones en menos de lo que canta un gallo y solamente ahora resurge La Sabana gracias al cansancio por la monotonía de otros ritmos y el bioritmo natural de las cosas ( que se van y regresan) y por la mano que nos dan personajes como Peter Manjarrés, quien ha tenido el tino certero de mezclar el porro sabanero ( a su manera) con el vallenato auténtico. Claro, se hace la salvedad, de que no ha sido el pionero en esta mezcla, propia de los músicos sabaneros. Sin ir muy lejos ( más acá del Tao Tao, que es otro aporte sabanero, rencauchado por Silvestre Dangond), hace tres años Los Corraleros de Majagual, con la acertada guía de Aniceto Molina, grabaron “De Vallenato a Cumbia”, todo un éxito internacional.

Pero volviendo a lo de Manjarrés, quien pulió el tema “Amor de mi sabana”, del sincelejano José Valencia Tovar, un estudiante de medicina ( autor de “La Hora de La Verdad” que grabó Kaleth Morales), es necesario destacar que lo que percibe el cantante del sabanero es real. El sabanero es hospitalario y le gusta reconocer las cosas buenas, vengan de donde vengan. Y si es de los hermanos vallenatos, mejor. Se recuerda, que el Cacique Takasuán, al ataque de sus vecinos Caribes, se replegaban y preferían ceder un poco, mientras continuaban desarrollando la artesanía, la orfebrería y la música. No en balde, en los Montes de María, la gaita pudo atrincherarse y bajo el resguardo de la montaña, se confabuló con la Paga Congona, La Suiris y el Juanpolo, para preservarse pura.

Es la segunda vez que en una columna destaco a Peter Manjarrés, un joven que aspira a que lo recuerden no como el mejor cantante, sino por ser el hombre sencillo, respetuoso, profesional, que pone en alto a las nuevas generaciones vallenatas. Atrás quedan la prepotencia y altanería de Jorge Oñate y la indisciplina de Diomedes Díaz y Farid Ortiz, por solo mencionar tres.

Lo de Manjarrés es tan destacable, que cualquiera se ha dado cuenta de la forma humana como trata a sus compañeros del conjunto. Juancho Sajona, por ejemplo, observó como Peter estaba preocupado porque uno de sus músicos (parece que el gordito de la guacharaca) no quería comer en una Llanera ( y acá si son buenas). ¿Qué le dolía? ¿Que tenía? ¿Quería otro tipo de comida? Allí está la diferencia.

Lo único que algunas personas critican de estos jóvenes de la nueva ola, son los saludos desmedidos a algunos personajes de la radio que parecen marchar en contravía de su propuesta de cero drogas y poco licor.