Por Alfonso Ramón Hamburger
Papi ¿Por qué vuelan los goleros? Mija, porque tienen alas. Papi ¿Cómo aterrizan los goleros? (¡?¡’...)
En la parte trasera del carro, mientras conduzco esquivando las motos y pendiente de las noticias de la radio, Mariali me va levantando a preguntas.
La voy viendo por el espejo retrovisor y observo sus cachetitos de cuatro años y sus ojos que se van tragando todos los detalles del mercado El Papayo.
Mariali ya dejó las pataletas para no ir al colegio y ahora está en la época de las preguntas. Los psicólogos dicen que los niños son como una esponjita que todo lo va recibiendo y guardando en el disco duro.
Papi ¿Cómo aterrizan los goleros? Mientras trato de cruzar la avenida Ocala en la intersección de la Avenida Alberto Gómez Revollo (¡?), siento todo el peso de la confusión. Los goleros, que están estirando sus alas parados en la punta de los postes de la luz me han metido en un lío. Al final y en el momento en que en la radio comentan la alocada propuesta del Alcalde de coronar al Rey Uribe, logro descifrar el rompecabezas del cruce. No hay un semáforo y toca abrirse a lo bravo en el marasmo vehicular de las 6 y 45 de la mañana.
Rumbo al colegio me siento impotente. ¿Cómo aterrizan los goleros? ¿Por qué vuelan? Estoy partido. Mariali me ha dado una lección. Por lo regular a veces voy muy entretenido con los comentarios de Silvio y de Domar ( mis queridos compadres) y no le presto atención a esa periodista en ciernes que llevo en el puesto de atrás.
Entre los dos y los cuatro años, los niños reciben la información que los moldeará para toda la vida, dicen los psicólogos.
Confieso que estoy emocionado. Mis novias fantásticas han pasado a un segundo plano (menos una y ella lo sabe). Ahora no cambio las lecciones diarias que me dan Mariali y Orieta. Por eso no me da pena compartir estas experiencias con los lectores, pese a que algunos críticos se sientan incómodos.
Llegando a la Troncal, Mariali me comenta que hace calor, entonces trato de desquitarme y le pregunto que si acaso ella sabe qué es frío y qué es calor.
- Claro, Papi, calor es cuando tienes que prender el abanico y frío cuando abres la nevera.
Me dejó pasmado. Dicen que ese es el tipo de preguntas que se manejan en la educación de hoy. Las respuestas son conceptuales y no tienen que ser la repetición exacta de lo que se lee en el libro oficial, menos si es recomendado por una editorial de esas que sólo cambian el nombre, porque el contenido es el mismo, pero más caro.
Cada pregunta que Orieta y Mariali me hacen es como descubrir que nos hemos quedado obsoletos y que nada sabemos realmente, pero las recibo como una linda oportunidad para repasar la escuela que nunca tuve en la infancia que nos correspondió vivir allá en el monte, pero no por ello infeliz.
Ahora que escribo estas reflexiones, refugiado en la escritura, escuchando a Manuel Medrano para huir de la mala televisión con su pasión descomunal de goles, glúteos y guerras, se me ha acercado Orieta, con una pregunta a quemarropa ¿Papi, que es singular y que es plural?
Ella, sin tomar apunte (como su papá en las ruedas de prensa) toma la idea, va, escribe y regresa.
Me cuenta cosas de la jornada. Sus amiguitas están locas con el tema promocional del factor XS. Todas han puesto a sus padres en pretina para que les compren el CD. Ella no, por lo que una de sus compañeras la quiso ofender señalándole que era la única que no tenía el mencionado CD en su salón.
Su respuesta la puso en su puesto: “Mira, amiga, en vez de estar pendiente de la telenovela de moda deberías preocuparte por estudiar más porque reprobaste dos materias”. ¡Plop!