lunes, abril 16, 2007

MUSICA CORRALERA, DE LA PLAZA DE MAJAGUAL A LA MODERNIDAD

EL PAIS VALLENATO, VISTO POR UN SABANERO.

Ponencia del periodista Alfonso Hamburger, durante el encuentro literario, en el marco del Festival del Burro. San Antero, abril 4 de 2007.


“Yo ni siquiera soy del pueblo, eso lo he recalcado siempre, yo soy del patio de mi casa” (Hector Rojas Herazo)

Al principio de esta historia, las cargas eran parejas. La música era una sola y las regiones acunaban las expresiones vernáculas sin encerramiento ni limitaciones más allá de la topografía, pero un día se revolvieron las aguas y nacieron los festivales, que se encargarían de fomentar las primeras piquerias regionales. Uno de esos lugares de encuentro había sido la Zona Bananera, donde confluyeron, por primera vez, vallenatos, sabaneros, sinuanos y montemarianos. Como se diría, gente de aquí y de allá. El vallenato era otra cosa muy distinta a la de hoy. Se conocía la música de acordeón, como prefiere llamarla Adolfo Pacheco Anillo. O Música del Magdalena Grande, como prefería hacerlo Abel Antonio Villa, el padre del acordeón.


El río Magdalena, en medio de la sabiduría natural, que parece dividir el país en tajos de patillas bien definidos, fue definitivo en la demarcación de los estilos, que es la esencia fundamental de esta disertación, porque no existe el vallenato como ritmo sino como género. De un lado, la vieja provincia del Magdalena, con sus departamentos del Magdalena, La Guajira y más recientemente el Cesar. Y de este lado, la vieja provincia de Cartagena, el viejo Bolívar Grande, con Bolívar, Atlántico, Córdoba y más recientemente Sucre. Cruzar el río, en aquellas calendas era un misterio, toda una proeza para un sabanero. Eran tiempos en que a nuestros niños los acunaban con un canto muy viejo: “Pato cuchara se fue para arriba, dejó a su mujer cogiendo barriga”, “Pato cuchara se fue pa aquel lao, dejo a su mujer con tanto pelao”.


Por el río penetró la civilización. Y los mugidos del buque Capitán de Caro y los Ferrys que servían de puente entre los pueblos de aquí y de allá, eran misteriosos para los sabaneros y montañeros, hombres patieros, como Hector Rojas Herazo, acostumbrados a pescar en la orilla. Hombres de pocas aventuras mar adentro. Acostumbrados al microcosmos del patio, como pulmón y refugio de sus cosas. Más que hombres eran un patio, ese lugar donde se estrenan los sentidos, donde el hombre se pone de pie ante el solar y el mundo. Y cuando salieron jamas dejaron el patio. Lo llevaron por todas partes y siempre añoraron volver a ese patio, aunque ya la casa se estuviera cayendo. Esa condición de patieros viejos marcó los derroteros del músico sabanero, temeroso a los aviones, no amante de los hoteles y alérgico a las concentraciones. Para el resto El Caribe es el gran patio, donde está la estructura de toda una cultura, de una civilización, de la forma y del color, de un nuevo idioma.


En cambio, pese a que por mucho tiempo estuvieron encerrados en su valle del cacique Upar y que mantuvieron más relaciones con Panamá, el Urabá y Venezuela, los músicos hoy denominados vallenatos, se atrevieron con más espíritu aventurero a atravesar esa barrera natural que era el Río Magdalena. Nuestros indígenas Zenúes, inventores del sombrero vueltiao y excelentes ingenieros hidráulicos, a la presencia del invasor extranjero, dieron la pelea al principio, pero luego se replegaron sin mucha resistencia y permitieron la expansión de otras culturas. En el aspecto musical, algunos autores hablan de una colonización vallenata a La Sabana y el resto del país, lo que es parcialmente cierto, pues inicialmente fueron los sabaneros, aunque en menos cantidad, quienes tuvieron éxito en Valledupar, en el país y en el mundo. No en vano, la primera obra musical que es llevada como banda musical al cine fue un porro: La múcura.


De La Provincia de Padilla se vinieron a estas tierras bajas, como le decían allá, Alejandro Durán, nacido en El Paso, Cesar, casi por accidente y cuyo estilo es más sabanero que vallenato, por cuanto su relación con las bandas de viento y sus orígenes de pajaritos, tamboras y bullerengues, le marcaron un estilo muy distante al vallenato picado de Luis Enrique Martínez o Colacho Mendoza. Igualmente se vino Luis Enrique Martínez, que era Guajiro, verdadero creador del estilo repicado del vallenato, quien se casó con una dama del Guamo, Bolívar y murió en Cartagena. Casi toda su carrera musical la cumplió en La Sabana, donde ganaderos como Nabo Cogollo y Lizardo Guzmán, no solo le patrocinaban las parrandas, sino sus grabaciones.



  • La guerra de Los Mil Díaz, a inicios del siglo XX, fue vital en la recomposición de nuestros pueblos. Por ejemplo, los sabaneros montemarianos, especialmente de San Jacinto, huyendo de las hostilidades, se asentaron en el valle de Ariguaní, bajo Magdalena y fundaron El Dificil, cuyos hermanos mayores son los San Jacinteros. Así quedó patentizado en el libro Pioneros ( Compendio histórico de la gran Nación Chimila y el Municipio de Ariguaní) del periodista José Manuel Díaz y en la Fiesta del Pensamiento, realizada En el Dificil Magdalena el 20 de octubre del año pasado, donde se re le rindió homenaje a tres san Jacinteros: El profesor Germán Bustillo Pereira, el filósofo Numas Armando Gil Olivera y Adolfo Pacheco Anillo. Las quebradas tierras del Ariguaní, están impregnadas no solo de Los Anillo, Los Pacheco, Los Lora, Los Leones, Los Dajud y los Barraza, sino que musical y culturalmente están más cerca de los Montes de María que de Valledupar. Allá festejan las corralejas, bailan con las bandas de viento y aman los paseos sabaneros y cumbias de Andrés Landero.


En 1953, cuando atravesaba el ferry para llegar a Barranquilla, habiendo salido de su natal Valencia de Jesús (Cesar), Calixto Ochoa tenia sólo 19 años y sufría una pena de amor. Cuando atravesaba el río se enteró de la muerte de Pedro Infante, referencia histórica invaluable. Llegó inicialmente a San Jacinto, Bolívar, donde los famosos gaiteros acababan de llegar de su primera gira mundial. O sea, que ya acá la música había traspasado las fronteras. Y del Carmen de Bolívar, había salido para la friolenta Bogotá ( 1939), Lucho Bermúdez, quien llenó el interior de porros, gaitas y fandangos. En 1946 fue portada de la revista Semana y le había correspondido animar la ultima fiesta en la que participó Jorge Eliécer Gaitán, la noche del 8 de abril de 1948 en el hotel Tequendama de Bogotá. Con Bermúdez el país había descubierto una nueva forma de bailar. Lo de este montemariano no había sido fácil. Viajó a Bogotá con músicos costeños de la Orquesta del Caribe, cuyos integrantes fueron atacados por el frío y se vinieron. Bermúdez tuvo que armar su proyecto con músicos bogotanos de conservatorio, de allí que su porro de salón es estilizado y algunos no dudan en afirmar que recibió influjos de la música andina, como el pasillo y el bambuco. Mientras la música costeña calentaba el país, la música andina se devolvía de Caucasia, porque nos aburría en los primeros años de la televisión colombiana, que había sido inaugurada por el genaral Gustavo Rojas Pinillas hacia 1954.


EL ACORDEON.


El lugar de penetración del acordeón, inventada por el alemán Buchman, a principios del siglo XIX, todavía es motivo de discusión. Todo lo que tiene que ver con esta música fue tocado por el mito de la portentosa obra de Gabriel García Márquez, quien se encargó de bautizar como verdad todo lo que pasara por el meridiano de su pluma mágica. Se inventaron una fábula legendaria de piratas y contrabandistas, según la cual, los indios de ese sector ( wayuus) habían atracado un buque cargado de acordeones en La alta Guajira, entonces el instrumento cayó en manos de los nativos, que inventaron el milagro de la música.


La promulgación de varios departamentos, impulsados por la tesis desarrollista de Carlos Lleras Restrepo, fue definitiva en el movimiento vallenato, que de las colitas en que andaba, untado de servidumbre y negado para los clubes sociales, dio el salto a Cien Años de Soledad, donde se creció el mito de Rafael Escalona, un chevrolito egocéntrico y mimado, que esgrimía el titulo de bachiller como un doctorado.


1966 marcó la promulgación de los departamentos de Sucre y del Cesar, que fueron estrenados en el año que se publica Cien Años de Soledad: 1967. Sucre, sin un modelo de desarrollo como el paisa o los departamentos del Eje Cafetero, fue un cambio para no cambiar. Cartagena, siempre mimada por La Patria, con una mirada internacional, tenía en el reinado de Belleza y otros certámenes frívoilos, eventos más importantes que la falta de agua en su larga provincia, con municipios que aun hoy para llegar hay que atravesar varios dialectos. Con rifas y dinero de las alcancías populares los pioneros de Sucre crearon un departamento sin padrinos importantes, que pronto cayó en mano de las mismas familias, que por sus tentáculos políticos crecieron en burocracia. Los mismos García de Cartagena siguieron mandando en Sucre. La gaita San Jacintera era la misma ovejera, con la diferencia de que Los Gaiteros de San Jacinto también fueron tocados por la pluma mítica de Gabriel García Márquez. Sincelejo y Sucre, que por sus grandes talentos musicales ( aquí nacieron Adolfo Mejía , Justo Almario y los Corraleros de Majagual), debió ser erigido como el departamento musical del país , aparece entonces como la capital cebuista. Hoy Valledupar, en cambio, aparece como ciudad musical, con excelente manejo urbanístico y le pelea el primer puesto como departamento ganadero inclusive a Córdoba.


Y el nuevo Cesar , con Valledupar, que tenía una autosuficiencia regional, que lo hacia más cercano a Panamá o Venezuela y con más cabezas de ganado que Sucre, a partir del Festival Vallenato en 1968, empieza a convertirse en el epicentro del acordeón, como si el milagro se hubiera dado exclusivamente allí. Se volvieron excluyentes. Canonizaron cuatro ritmos y con caja, guacha-raca y acordeón se fueron de gira nacional.


Con la publicidad de Cien Años de Soledad, un vallenato de 350 páginas, según Gabo, la carta vallenata de “La Cacica” Consuleo Araujo en El Espectador, Alfonso López Michelsen como gobernador y luego con Telecaribe, que nació en Valledupar, la aplanadora fue total. En Telecaribe, desde el conductor hasta el más encumbrado ejecutivo se habló vallenato desde sus inicios.


En la trampa cayeron incluso el Gobierno y sus instituciones. El Ministerio de Cultura publicó hace algunos años un folleto con el mapa musical del país. Y cuando se refieren al acordeón, la inmensa Sabana, que tiene más de 18 ritmos musicales interpretados en diferentes formatos además del conjunto de acordeón, aparece como un apéndice de los vallenatos. Se nos tilda de vallenatos sabaneros. Nos miramos las manos y vemos que no las tenemos bien pintadas ni somos descendientes de la ballena. Somos, eso: sabaneros, montañeros, Sinuano o mojaneros, pero no vallenatos.


... Y merecidos méritos tenemos para ser vallenatos, pero desligados del paseo, merengue, son y la puya: El Valle del Río Sinú, con una capa vegetal comparada con la que circunda el río Nilo, es extraordinario en el surgimiento de fenómenos nacionales que se dan cada tres kilómetros cuadrados. Inventores del símbolo nacional, nuestro sombrero vueltiao ( no sombrero vallenato como han dicho algunos), los ingenieros hidráulicos Zenúes, tienen un respaldo en músicos como Miguel Emiro Naranjo, Pablito Florez ( el de los sabores del porro) los maestros Francisco Zumaque, padre e hijo , Juancho Nieves, Antolín Lenes, Fredy Sierra, Lucy González y el campeón Miguel Happy Lora . Fenómenos literarios como Luis Garces González, Juan Gossain, Jorge García Usta, Gustavo Tatis Guerra, Raúl Gómez Jattin, David Sánchez Juliao, Juan, Manuel y Delia Zapata Olivella, Leopoldo Berdella, entre muchos otros.


El país vallenato mitificado en la obra de Gabriel García Márquez, hizo invisibles personajes de ríos, montañas, golfos y sabanas desde san Juan Nepomuceno para acá, hasta donde llegaban los influjos del porro de Arturo García. “En Ovejas y enSan Juan, le dicen el sabanero, Sincelejo y Corozal, Don Arturo es el primero” ( Lucho Bermúdez, Arturo García, Porro, 1945).


Según Remberto Martínez Suárez, extraordinario compositor sabanero, autor de “Vversos de Oro”, himno del festival de Chinú, el concepto sabanero es mucho más amplio que el concepto vallenato, pero en los últimos años se ha hecho invisible ante la faz del país. De San Juan Nepomuceno, para acá, se pueden destacar juglares y escritores de la talla de Alcides Díaz, Diogenes Arrieta, Manuel de J. Bustillo, Otto Serge, Rafael Ricardo, Iván de J. Reyes Parra ( primer alcalde costeño en gobernar a Bogotá, nacido en San Jacinto), todos los gaiteros, Adolfo Pacheco, Andrés Landero, Ramón Vargas, Clemente Manuel Zabala, El profesor German Bustillo, Numas Gil Olivera, Lucho Bermúdez, Julio Rojas Buendía, Graciela Arango de Tobón, Cesar Castro, Nacho Paredes, Alcides José Paternina, Justo Almario, Adolfo Mejía, Ramón Benítez, Alfredo Gutiérrez, Lisandro Meza, Felipe y Mario Paternina, Gilberto Torres, Peyo Torres, Rubén Dario Salcedo, Julio de La Ossa. Demetrio Guarín, Hector Rojas Herazo, Geovani Quessep, etc.


La palabra sabana también era vallenata. Es recurrente en los versos de Leandro Díaz y Tobias Enrique Pumarejo, quien se refiere a sus sabanas del Diluvio, en la Víspera de año Nuevo. “Cuando Matilde Camina, hasta sonríe La sabana”, dice el ciego cantor.


Incluso, en La Diosa Coronada, Leandro dice: “Señores, vengo a contarles, hay nuevo encanto en La Sabana, en adelanto van estos lugares, ya tienen su Diosa Coronada”.


Pero Gabo, no se sabe sí adrede o por elegancia y contundencia, en el epígrafe de su novela “El Amor en los Tiempos del Cólera”, dejó a un lado la primera parte, donde está la palabra Sabana, y puso solamente: “En adelanto van estos lugares, hoy tienen su Diosa Coronada”.


Manuel Huertas Vergara, quien como todo investigador sabanero, abandonado por los gobiernos de turno, Murió cuando regaba el jardín de su casa con 20 mil pesos en el bolsillo y una deuda de catastro de ocho millones de pesos, dejó sus investigaciones a medio publicar. En una de ellas, titulada “Cabildo y Merced de Tierra , régimen para poblar el Partido de Tolú Sabanas y Sinú”, dice que el concepto de sabanas ya estaba con nosotros desde 1664, cuando es creado, mediante cédula real, El Partido de Sabanas O de San Benito Abad, fundada por Don Benito de Figueroa y Barrantes.


Con lo sabanero y lo vallenato ha sucedido lo mismo que pasó en el caso de Gabriel García Márquez y Hector Rojas Herazo. Dicen que cuando surgen dos estrellas a la par, una trata de eclipsar a la otra. Algunos críticos consideran que la obra de Rojas Herazo, pudiera alcanzar méritos suficientes para rebasar el “Boon” de que tanto se habla, sobre todo en la medida en que el tiempo se vaya encargando de emparejar las cargas y colocar a cada quien en su lugar.


Pero ¿Qué pasó en uno y otro caso? ¿ Por qué se fueron creando esos estereotipos sobre el sabanero y el vallenato, cuando la jirafa se puede mostrar con signos diferentes al de su largo cuello?


En principio, a manera de ensayo, podemos afirmar que todo iba parejo. Incluso, lo sabanero, con el porro, que trepó los ríos y colonizó los andes con Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Antolín Lenes, Rufo Garrido, Crecencio Salcedo, Crecencio Camacho, Luis Carlos Meyer , Pello Torres, Pedro Salcedo , Demetrio Guarán y en la época moderna con Los Corraleros de Majagual, tuvieron más de 40 años de imperio. Para algunos críticos, los años 50 y 60, fueron los mejores de la música colombiana. Que se codeó de tú a tu con la mejor música del mundo, sin llevar literatos ni marketing a cuestas. La música se imponía por su calidad y no por la “payola” que hoy se paga a los programadores de FM.


En este vuelco han tenido que ver muchos fenómenos. Uno, el surgimiento del festival vallenato, en 1968. Y otro la versatilidad del acordeón, que empezó a remplazar al piano de cola, que estaba en manos de las clases altas y al servicio de los oficios luteranos, al mando de la Iglesia.


El acordeón, que penetró también por Santiago de Tolú y en mano de los campesinos sabaneros tomó un nuevo aire, armó el desorden, creando diversas reacciones. Para el maestro Antonio María Peñalosa, autor del tema Te Olvidé, considerado el himno del carnaval de Barranquilla, el acordeón retardó la música colombiana. El genero vallenato ( vean que hablo de género, mas no de ritmo) es narrativo por excelencia, épico y lírico. Su misión inicial fue contar historias. En las parrandas de Valledupar no se baila, sino que se escucha, de modo que la parte musical no es tan importante. Su facilidad en la instrumentación (solo tres cuando cantaba el acordeonista), les permitía montarse el conjunto en un solo burro y llegaban a la cita. Así ocurrió a Calixto Ochoa cuando hizo “Los sabanales” y sonó con “La Reina del Espacio”, que llegaron en las ancas de un burro a la finca donde ocurrió todo.


Sin embargo, existen fieles defensores del acordeón, como Adolfo Pacheco Anillo o el propio Felipe Paternina Payares, que es un estudioso de este instrumento, con el que se le dio una mano a la gaita que se apagaba en las plazas y Andrés Landero la introdujo perfectamente al conjunto de sus abuelos gaiteros. Tampoco se puede dejar por fuera de este análisis la importancia de los picots, cuyos ponedores de discos se convierten en verdaderos dictadores e imponen ciertos éxitos por fuera de las emisoras, obligando a estos a seguirlos en algunos casos, como La Morrocoya, Del Maestro Miguel Durán, tema sabanero de corte religioso según la intención del autor, pero que el público la tomó con morbo popular, asimilándola a las partes nobles de la mujer.


Con la popularidad y la versatilidad del acordeón, se le dio una estocada a las grandes orquestas, que necesitaban de mayores horas de practicas y se volvieron muy costosas por el número de integrantes . Cada integrante no es un integrante aislado, es una familia entera. Ello conllevó, a que en un solo escenario, Adriana Lucia, acompañada de un niño, se ganara 3 millones de pesos en una tanda, mientras La banda de Chochó, conformada por 19 músicos, que había amenizado la alborada, la recepción de los ganaderos, la cabalgata y había sido llevada de relleno, mientras el artista vallenato se reposaba en el hotel, solo ganaba 800 mil pesos.


Es decir, los músicos de bandas se derrotaban, para irse detrás del misterioso sonido del acordeón, ese que nos arruga los sentimientos. En Barranquilla, en este momento, músicos como Juan Piña y Willi Calderón ( sabaneros) se están muriendo de nostalgias y están a punto de pasar hambres, porque los mercados se le han cerrado. La oficina de los músicos en Sincelejo ( El Parque santander), es el rumiadero de nostalgias y olvidos más grande del país. Ahí El Toro Negro, que le ha dado varias vueltas al mundo, se rasca con el Toro Balay, aquel que mataron en Carrillo con una banderilla envenenada. Allí mismo murió de hambre Zapato Viejo, a quien le hicieron un homenaje en Sincelejo, le dieron un redoblante nuevo, pero tuvo que irse a pie para su casa, sin un peso en el bolsillo.


Pero estos músicos de acá, con excepción de Los Gaiteros de San Jacinto, no fueron tocados por la pluma mítica de García Márquez.


Esto da para pensar que la historia de la Costa que se debe leer es la de Orlando Fals Borda y no la mágica de algunas novelas, por que en ellas lo mítico todo se convierte en verdades irrefutables, que se van como un home rume y jamás retornan para retroalimentarse.


En los avatares para escribir el libro “En Cofre de Plata”, encontré pocos fenómenos en que un conjunto de acordeón se desbaratara para asumir otros formatos. Uno ocurrió en Ovejas, done el viejo Francisco Mosquera, El Plateño, cajero de un conjunto de acordeón que lo dejó abandonado, halló en un grupo de gaita el clima para volverse inmortal. Allí encontró su gracia. El conjunto de gaitas le dio el estatus que jamás alcanzó con el acordeón. Otro es el de Francisco Guevara, acordeonista antecesor de Julio de La Ossa en Choch (Sucre), quien tocaba por un bulto de ñame. Un día dejó el acordeón y se matriculó como bombardionista de la famosa banda Juvenil.


Existen otros casos resaltables, en los que abandonar el estilo vallenato que les habían impuesto fue providencial para algunos músicos sabananeros. Caso de Lisandro Meza, a quien en Valledupar le negaron la corona, entonces asumió el estilo internacional que lo ubica hoy por hoy como el acordeonista que más vende en el exterior. Y no es vallenato, aun cuando la prensa así lo registre, por el solo hecho de llevar un acordeón. Sus temas Baracunatana y Cabaretera, le abrieron las puertas del exterior. Si se queda con el reinado vallenato, al que bien pudo acceder si el jurado es justo, a lo mejor no hubiera pasado de Upa Já.


También se puede registrar el caso de Aniceto Molina, el Tigre Sabanero, residenciado desde 1974 en Norte América, legitimo embajador de Colombia en el mundo. Molina fue el verdadero impulsor del acordeón en Valledupar, cuando no habían surgido ni los Zuleta, ni los Meza Reales, Ni los Cuadrado ni Los Diablitos. Estos apenas eran estudiantes que llegaban de vacaciones a parrandear con “Así soy yo”, su éxito más encumbrado, surgido en 1967, antes del festival y a la par de Los Sabanales.


EL FESTIVAL VALLENATO.


El festival vallenato, que se hace con la idea de impulsar el nuevo departamento del Cesar, con Alfonso López Michelsen como gobernador, surge como una copia de una fiesta que Gabriel García Márquez hace en Aracataca.

Al respecto, en una entrevista concedida al periodista sucreño, Marcos Tulio Contreras, titulada “Cien años de Soledad es un vallenato de 350 páginas”, Gabo dice:



  • Como comenzaron era una cosa que estaba muy bien. Yo vine a Colombia en el año 1963, a un festival de cine en Cartagena, tenía siete años de no venir a Colombia. Entonces Escalona vino a verme y yo le pregunté qué se había hecho el país en materia de vallenatos en los últimos años. Escalona me dijo que muchas cosas y me invitó a Aracataca para que oyera todos los conjuntos que él pudiera recoger en toda la provincia. Gloria Pachón, que estaba con nosotros, pasó una corresponsalía a El Tiempo que decía “ Festival Vallenato en Aracataca”. Cuando nosotros llegamos, Aracataca estaba lleno de acordeoneros. Escalona, no sé si por olvido, llegó a las cinco de la tarde. Ese día oímos vallenatos por cantidades. Recuerdo que Armando Zabaleta, que no fue invitado, se presentó con su conjunto, echándole vainas a Escalona.


Zabaleta, nunca fue del resorte de las parrandas de Escalona, según entrevista de Luis Enrique Martínez, a Jorge García Usta, publicada en el magazín Solar, Periódico de Cartagena), siguiendo con su posición critica, hizo la canción Aracatata Espera y desde entonces Gabito sería derrotado políticamente aunque fuera para la alcaldía de Aracataca.


LA MODERNIDAD.


Para algunos analistas, la modernidad y la modernización, es una etapa inconclusa. La historia ha ido dando saltos en medio de los inventos que llegan a los pueblos y se toman a la gente asando mazorcas. No se les ha dejado desarrollar a plenitud su propia edad media.

En 1972, cuando nuestro Antonio Cervantes “Kip Pambelé” conquista el primer titulo mundial de boxeo para Colombia y nos enseña a ganar, se presenta una ruptura entre la edad media y la modernidad, entre el pasado oscuro y el futuro de la luz eléctrica que trae consigo otros vicios y nos encandila. Llegó la luz y la televisión a muchos pueblos que se maravillaban con el invento.
La radio era entonces el único vehículo de modernidad. Recuerdo que vivíamos en nuestro Palenque de San Jacinto, Bajo Grande, de donde salimos solo a los 15 años. Elina Alandete, nuestra haya, le encargó a mi padre, que cuando fuera a Cartagena, le trajera un radio como el de Gilberto el de Rodolfo, “porque ese si ponía vallenatos”.

Era una suerte escuchar música de acordeón en la radio y Gilberto el de Rodolfo tenía un radio especializado en vallenatos, porque siempre que pasaba para el monte en su burra, iba con uno puesto. Elina creía que el vallenato sonaba según la marca del radio.
La palabra vallenato era obligada en los sellos de los discos y en el bautizo de todo músico que llevara acordeón. Incluso a Alfredo Gutierrez y Arnulfo Briceño, no siendo vallenatos, aún niños imberbes los bautizaron como los pequeños vallenatos y los mandaron de gira a Ecuador y Venezuela. Antonio Fuentes, importante empresario fonográfico, fue un enamorado de la palabra por sus connotaciones comerciales y tintes de piqueria.

Para la época de Elina Alandete ( pude ser 1970), existían La Rapsodia Vallenata, de Radio Libertad, de Rafael Xiquez, de ocho a nueve de la mañana, que colocaba cuatro temas. El resto era publicidad y avisos. “Radio Libertad, potencia continental de 50 kilovatios, presenta, La Rapsodia Vallenata, expresión folclórica de la Costa, con la música y alegría de la tierra de Francisco el Hombre, puya, paseo, merengue y son hacen: La Rapsodia Vallenata”.

Se le avisa a Avelino Escobar, en Bajo Grande, Bolívar, que ponga cuatro mulos en Las Palmas, tres de carga y uno de silla, que su hijo Kennedy , viaja a esa.
El otro espacio radial que colocaba música de acordeón era “Ustedes Hacen El Programa”, de radio Sutatenza, de 2 a tres de la tarde. Posteriormente surgió el Show de Alfredo Gutiérrez, a las cinco de la tarde, por Radio Libertad.

Ya para del Caribe, Barranquilla a estudiar periodismo, allí empezaban a sacudirse de la música antillana y penetraba el acordeón de la mano de la bonanza Marimbera. Allí se impone eso de pagar por poner y se incrementa la guerra por el mercado. Era la misma que conllevó a la creación de Los Correleros de Majagual, cuyo fin era enfrentar a Aníbal Velázquez, pero cambian la caballerosidad y la competencia de las estrategias comerciales y calidad artística por la cuota al programador de turno. Nace la denominada “Payola”.

Recuerdo que alguna vez penetré a un lugar especializado en salsa a tomarme unas cervezas en la calle 72. Cada vez que iba al baño por el efecto deshidratador de las frías, pasaba tarareando unos versos sabaneros de Andrés Landero, las Miradas de Magaly. Los tipos que estaban en la meza, entre ellos Alvaro Ruiz Hernández, me increparon que no profanara el recinto cantando Vallenatos. Discutimos y por más que les expliqué que eso no era vallenato, no me entendieron. Después ya nadie pudo parar la avalancha y todo lo que se tocaba en acordeón llevaba el sello de vallenato. Y en poco tiempo, mis críticos, no tuvieron más remedio que abrir espacios de vallenatos, pero puro vallenato de icopor.

El hombre a derrotar era entonces Alfredo Gutiérrez. “El rebelde” contó que había un hombre que iba de emisora en emisora a pagar para que no le pusieran sus discos. Incluso, se los rayaban.

Jorge Oñate, artista exclusivo de la antigua CBS que no necesitaba quizás de esos artilugios, se dio de trompadas en la puerta de Radio Libertad, con un promotor de Codiscos. Habían salido al mercado dos LPs con el tema Marta, de Calixto Ochoa. Felipe Paternina había grabado este tema en la magnifica voz del opita Jairo Serrano y se estaba escuchando más que el de Oñate. Cuando el promotor llegó a promocionar el disco de Serrano y Paternina no lo pudieron emitir, porque estaba rayado. El control explicó que el propio Jorge Oñate le había pasado la llave de su carro al acetato, para bloquearlo. Allí comenzaba la guerra sucia.



EL FESTIVAL VALLENATO.



El Festival vallenato fue un escenario de pelea desde el principio, que sirvió para dividir más las regiones. Allí se apoderaron de la historia del acordeón y se cometieron algunos errores. Uno de ellos fue dejar la cumbia por fuera, que era y sigue siendo el ritmo emblemático de Colombia en el mundo. Si incluyen la cumbia y la tambora hubiesen tenido más méritos musicales y el festival no estaría atado a una edad media, como muestra de museo. Con caja guacharaca y acordeón, la música vallenata estaba condenada a la parranda patiera. Necesitaría, entonces, un ingrediente, el que le pusieron los sabaneros, para llevarla fuera del país.

El mismo Gabriel García Márquez lo dice, en las siguientes palabras:



  • ( 1)Yo creo que lo más importante de la historia del vallenato es cuando surge la escuela Sabanera del departamento de Bolívar. Anteriormente solo se conocía la escuela del Cesar y La Guajira. Pero lo que verdaderamente innova esta música es La Escuela Sabanera. Que podríamos llamar Sinuano- Sabanera, que yo encuentro que es muy auténtica y muy ortodoxa.


BARRANQUILLA, UPA JA.


El fenómeno de Barranquilla, en la urbanización del vallenato fue vital. Especialmente por sus emisoras de cobertura regional y el surgimiento de Telecaribe, que habló vallenato desde sus inicios. Los programadores sabaneros han sido de intentos tímidos. No ha existido, por ejemplo, grandes del sabanero, sino grandes del vallenato. La información de farándula ha sido parcializada, incluso en la prensa escrita. El festival de gaitas de Ovejas, que se conserva como el más tradicional del país, jamás ha sido transmitido por Telecaribe. Y apenas el año pasado, cuando el porro al menos puso una ministra de comunicaciones, Señal Colombia transmitió el Festival Corralero de La Sabana, donde radican las verdaderas diferencias de una y otras escuela.

Sobre este particular han escrito Gabriel García Márquez y Daniel Samper Pizano, más que todo a través del estudio de la obra de Adolfo Pacheco Anillo, que en estos momentos rebasa la de Rafael Escalona, desmitificado y desbaratado en su egolatría por la mordaz pluma de Jorge García Usta en su articulo “ Aproximación tímida al ego de Escalona”, donde lo deja totalmente desnudo. Aparece más como una obra de Gabriel García Márquez y de su abuela la compositora, porque un hombre que silbar no sabe, pareciera casi imposible que haga música.

Al respecto dice GGM(2): “El vallenato urbano es algo que no se puede impedir. No se puede impedir que una cosa evolucione, como no se puede impedir que el lenguaje evolucione, porque entones estuviéramos escribiendo como en la edad media. La vida no la para nadie. Si hay acordeoneros y compositores que viven en la ciudad, entonces sus vivencias y expresiones son urbanas y a ellas tienen que referirse. El vallenato siempre está remitido a su realidad. Ella es su servidumbre. Ese es su destino.

Sobre un aparente enfrentamiento con Escalona, García Márquez, respondió: “En ese tiempo yo me dedicaba a dos cosas, a vender libros y esperar que Escalona me diera de comer”. Fue cuando paseo la provincia vendiendo libros.

Y advierte: “Escalona no puede decir eso porque si uno se pusiera a hacer la lista de la gente que le ha dado de comer, y de aquellas a las que uno también les ha dado de comer, esa vaina bastaría para llenar el directorio telefónico de Manhattan”..

Y más delante riposta: “Yo le he dado a Escalona algo mejor que de comer y es el hecho de que él aparece en todos y cada uno de mis libros”

Escalona esgrimió su ego al advertir, que cuando sale Cien Años de Soledad, ya era famoso.

Según García Usta, el que Escalona utilizara a Colacho Mendoza en sus parrandas y como interprete primordial de su obra, le perjudicó al gran rey, porque apareció como el antipopular del paseo, especialmente cuando derrota a Andres Landero, a Lisandro Meza y a Alejo Durán, que eran los favoritos del pueblo.

A la hora de la muerte, se conocieron sus valores. La muerte de Alejo Durán conmocionó al país. Lo mismo que la de Landeros. En cambio, la de Colacho, pasó con menos ruido.


Volviendo al festival. Parece que todo estaba dado para que el primero se lo ganara el Viejo Emiliano Zuleta y no Alejo Duran, quien vivía alejado del valle, en Planeta Rica, C´rodoba. Ya todos saben que Emiliano se emborrachó y no acudió a los tres llamados, porque se creyó ganador y sin conocer las reglas no se presentó a la final. Eso marcó a los Zuleta, que a excepción de Emilianinto, en la canción inédita, han estado de espaldas a su historia. Cosa parecida a la de Abel Antonio Villa, a quien jamás le perdonaron sus criticas en el sentido de que vallenato es otra cosa.

La hamaca Grande, que Adolfo Pacheco Anillo hace para contestarle a Consuelo Araujo, fue presentada en el Festival Vallenato del 69, pero no concursó, porque Andrés Landero, quien la meció, desconocía que debía inscribirla previamente.

La misma historia le sucedió a Alfredo Gutiérrez, Andrés Landero, Ramón Vargas, Felipe Paternina y Lisandro Meza, descalificados por su estilo sabanero. Los casos mas sonados fueron los de Gutiérrez, Landero y Meza. Era tanta la presión, que en 1972, siendo finalista y uno de los favoritos, a Ramón Vargas, se le fue la voz. El segundo lugar, según él, fue mucho. De vainas no me dio un infarto, le comentó a Numas Armando Gil, en su libro Mochuelos Cantores de Los Montes de María la alta.

A Alfredo Gutiérrez lo habían descalificado en la interpretación del merengue El Papel Quemado, por manejar algunos repiques no ortodoxos. O sea, se pasaba de la raya, tocaba demasiado y eso era sospechoso de que el acordeón pudiera llegar más allá de los limites que ellos mismos se habían impuesto.


LA POSICION DE CONSUELO.


En toda esta ola de desinformación que se tomó el país, en que una mentira mil veces repetida se hace aparecer como verdad, tuvo que ver la periodista Consuelo Araujo Noguera, defensora inquebrantable, nervio y alma del festival vallenato. Allí no se movía una sola hoja sin su consentimiento. Impuso siempre su criterio.

En su libro Vallenatología, escrito sin preciosismo literario e impreso en una edición sencilla de 72 páginas, publicado en 1972, Consuelo Araujo dejó abierto un interrogante que apenas empieza a ser respondido por los escritores sabaneros. “No tengo mayores argumentos para decir que existe un vallenato sabanero, porque no he estudiado esa región, por lo que me dedicaré al vallenato-vallenato, que es mi zona”.

Adolfo Pacheco le respondió en tres canciones clásicas, como La Hamaca Grande, La Diferencia y La Espina.


EL FESTIVAL SABANERO.


En respuesta a la descalificación de Andrés Landero, Alfredo Gutiérrez, Lisandro Meza y Ramón Vargas en los primeros festivales, surge un movimiento en Sincelejo y se crea el Festival Sabanero del Acordeón, donde se incluye, además de los tres elementos del vallenato ( caja, guacha-raca y acordeón) la timba, para los aires de porro y cumbia, que son los que hacen la diferencia. Se comparten el paseo sabanero y el merengue sabanero, que son más cadenciosos que el estilo vallenato. Y se excluyen la puya y el son.

El festival sabanero llegó a convertirse en un escenario de multitudes y dicen que estuvo a la par del vallenato, eligiendo reyes insuperables como Andrés Landero, Enrique Díaz, Lisandro Meza, Julio de la Osa, Miguel Durán ,Gilberto Torres, Fredy Sierra, Julio Rojas, Felipe Paternina, Wiliam, Molina, Gabriel Julio, Rodrigo Rodríguez, entre otros.

Paradójicamente, mientras se realizó y antes de que cayera en manos de los políticos de turno, que lo parcelaban como cuota electoral y lo destruyeron, ningún acordeonista vallenato pudo alzarse con la corona. Solo Andrés El Turco Gil y Ramón Bolaños, que se vino a vivir a Sincelejo, pasaron a las finales. La ortodoxia sabanera de la que habla Gabriel García Márquez es mucho más fuerte que la vallenata. Los ritmos del porro y la cumbia, con sus tonalidades menores, sugerencias melódicas y armónicas son muy complejos.

Los primeros intentos por hacer un festival con ritmos sabaneros y que resaltara los valores del patio, se dio en San Jacinto en 1972, en la Escuela Vocacional Agrícola. Posteriormente surgen El Sabanero de Sincelejo, El Bolivarense de Arjona, el Tabacalero del Carmen de Bolívar, El Nacional de san Juan Nepomuceno, El de sabanero de Sahagún ( 1978), y el de Chinú, entre otros. Pero muy pronto, estos festivales realizados en tierra sabanera, se vallenatizaron y fueron desapareciendo. Los sabaneros, creadores de una gran escuela, se volvieron imitadores de los vallenatos y en gran medida fueron olvidando sus propios ritmos, que languidecían en el anonimato, porque se le dio prelación a la avalancha de paseos lloriqueros a partir de Nido de Amor.

En Córdoba, por ejemplo, se hace un solo festival del porro, el resto son festivales vallenatos, como los de Lorica, Chinu, Sahagún, Montelibano, Cotorra, entre otros, donde se le da prelación al acordeón y a los ritmos vallenatos. O aún, dándole prelación a los aires sabaneros, llevan el nombre de vallenatos.


LOS CORRALEROS


El exitoso conjunto de acordeón de hoy, con su vallenato de icopor a cuestas, tuvo sus inicios en la ambición del músico sabanero, que por su naturaleza explora y busca cosas nuevas. Lo primero que hace, cuando cae una acordeón en sus manos, es metérsele por dentro y adecuarla a su estilo, lo desbarata, lo arma y descubre que la técnica es buena. El artista sabanero buscó, desde sus inicios, diferentes maneras de ejecutarlo, por ello lo puso a conversar con las trompetas y bombardinos. Allí nace el formato corralero.

Ya en 1942, después que el ovejero Joaquín Pizzaro Mutis hubiera importado las primeras acordeones en 1856, Pedro Alquerque, había tenido intentos de crear un conjunto tipo corralero, denominado Los Corraleros de Astillon.

Los músicos sabaneros, con acordeonistas antiguos como Alejandro Alandete y José Manuel García (En San Jacinto), Alcides Paternina ( Corozal), Eugenio Gil ( Betulia), Joaquín Bettin ( Sampués) Leopoldo Salazar ( Sincelejo), entre otros, desde el principio intentaron fusionarse con la banda. El conjunto inicial era de acordeón o dulzaina, tambor de gaita ( llamador), redoblante y maracas. Fue Luis Enrique Martínez, quien trajo la caja vallenata, introducida por Carlos Velez, en los años 50.

En 1957 Colacho Mendoza grabó su acordeón con el saxo del turbaquero Carlos Arnedo, pero no le dio el sabor que le impusieron Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, Cesar Castro, y losotros, al conformar en 1961 Los Corraleros de Majagual, considerado el conjunto mas importante de la música de acordeón en el siglo pasado.

Denominados la universidad de la cumbia, los Corraleros de Majagual estuvieron a la par de las mejores orquestas del momento y hoy, 47 años después, siguen vigentes.

Alfredo Gutiérrez fu vital en la evolución del vallenato. El lo describe como una campesina que llega al pueblo mal trajeada y él la viste de gala. Le introduce uniformes, coros, bajo electrónico, baterías, timbales, y la saca de los aires tradicionales. Hoy, los conjuntos vallenatos, están viviendo de la música sabanera, llevan el bombardino a cuestas y rebuscan éxitos viejos para grabarlos, como el Tao Tao, la Camisa Rayá, El Amor de mi Sabana, etc.

En La Sabana se manejan más de 18 ritmos musicales, además de los cuatro que escogieron y canonizaron en Valledupar.

Esa incesante vocación para la innovación del músico sabanero, que recorta la gua-characa, que le cambia los sonidos al acordeón y crea fusiones, le ha llevado a crear nuevas cosas. Por ejemplo, Juancho Nieves, en Sahagún, acaba de inventar un sistema para afinar las gaitas, con las que se pueden tocar en orquestas sinfónicas sin ninguna clase de problemas. Mario Paternina ha inventado en Corozal una nueva caja, más pequeña, más versátil, de mejor sonido y que se puede armar y desarmar.

Y Felipe Paternina, inventó un manual para aprendices del acordeón, con más de 600 nuevas posiciones para crear nuevos conceptos musicales.



LAS DIFERENCIAS.



Al país se la ha educado mal en materia de música. No existe un vallenato sabanero. Existen el vallenato, por un lado y el sabanero por el otro. Nos interesa que se conozcan esas diferencias.

En este momento, en que se han perdido los estilos y no se sabe quien es el uno y cuál es el otro, hay una confusión total entre sabaneros y vallenatos. El acordeón se popularizó tanto que un cachaco la suena hasta mejor que un valduparense o que un corozalero. Allí está el caso de Alberto Jamaica o el de Julian Rojas, con lo que el Festival Vallenato da punzadas políticas en el corazón musical del país, pero la historia es la historia. Y por mucho que a Andrés Landero se le designara como “Rey Vitalicio del Festival Vallenato” ( al igual que a Pacho Rada), estos murieron sin sentirse vallenatos.

Por eso, para hacer las diferenciaciones entre una y otra escuela, tenemos que comparar los clásicos.

Quien mejor marca la escuela vallenata es Luis Enrique Martínez.
Quien mejor marca la escuela sabanera, Andrés Landero.
Quienes mejor marcan la narrativa vallenata son, Rafael Escalona, Tobias Enrique Pumarejo, Leandro Díaz.

Quienes mejores marcan la poética sabanera son, Adolfo Pacheco y Lucho Bermúdez.

No es lo mismo, Mochuelo pico e maíz, de ojos negros brillantinos a Señores vengo a contarles, hay nuevo encanto en la Sabana, en adelanto van estos lugares, ya tienen su diosa coronada.

O cuando el toro salta a la arena, hasta el más cobarde sé enguapetona , a: como es estudiante ya se va Escalona, pero de recuerdo les dejo un paseo.

El vallenato se agota y se repite, por lo que el futuro del acordeón está en la inagotable escuela sabanera, por su poliritmia, sonoridad y exploración de otras cosas.


Muchas gracias.